Desde muy joven descubrí que las artes marciales no solo eran una disciplina física, sino un camino de vida. A lo largo de los años he practicado diversas técnicas —Karate, Kung Fu, Tae Kwon Do, Muay Thai, Box, entre otras—, pero hubo una disciplina que transformó mi manera de entender el cuerpo, la mente y la historia: el Kenjutsu.
El arte ancestral del sable japonés llegó a mí como una revelación. En un mundo acelerado, lleno de distracciones y presiones, encontré en esta práctica un espacio donde el tiempo parece detenerse. Cada corte, cada postura y cada respiración te llevan a un estado de total presencia. Por eso hoy puedo decir que el Kenjutsu no es solo una técnica que entreno; es un lenguaje que estudio, un legado que respeto y una filosofía que comparto.
Por qué elegí un camino poco común
En México, la mayoría de quienes practican artes marciales comienzan con disciplinas muy populares, pero mi curiosidad siempre me llevó a querer entender diferentes estilos. Esa exploración constante me abrió puertas a técnicas, filosofías y métodos de entrenamiento que, con el tiempo, me permitieron reconocer la profundidad y la belleza del Kenjutsu.
Cuando sostuve un bokken por primera vez, sentí una mezcla entre respeto y responsabilidad. Comprendí que estaba tocando una tradición milenaria, y con ella, una historia que merecía ser preservada. Desde entonces, asumí un compromiso personal: aprender, perfeccionarme y difundir este arte de manera auténtica y respetuosa.
Mi misión: llevar el Kenjutsu a más personas
Aunque en México las artes marciales tienen una comunidad sólida, el Kenjutsu sigue siendo poco conocido. Por eso he decidido dedicar una parte importante de mi trabajo a rescatar y compartir esta tradición con quienes buscan algo más que un deporte.
Hoy doy clases, talleres y seminarios para:
- niños que necesitan canalizar su energía;
- mujeres que buscan herramientas de autodefensa y empoderamiento;
- adultos que quieren reconectar con su disciplina interna;
- e incluso instituciones y agencias de seguridad interesadas en técnicas tradicionales de combate.
Mi meta es que cualquiera pueda acercarse al Kenjutsu sin miedo, sin mitos y sin sentir que es “demasiado avanzado”. La tradición se honra compartiéndola, no escondiéndola.
Lo que encuentro en el arte del sable
El Kenjutsu me ha enseñado que cada movimiento tiene intención, que cada postura nace de un principio filosófico y que la verdadera fuerza no proviene del músculo, sino de la concentración y la claridad interior.
En mis clases, busco transmitir eso:
- la serenidad que surge de una respiración bien hecha,
- el poder de la precisión,
- la importancia del respeto,
- y la responsabilidad de manejar un arma con ética y conciencia.
Creo profundamente que hoy más que nunca necesitamos prácticas que nos regresen al presente, que nos enseñen a estar conectados con el momento y con nuestro propio cuerpo.
Tradición y modernidad: mi estilo personal
A lo largo de mi trayectoria he entrenado muchas disciplinas, y esa experiencia me ha permitido construir un enfoque propio: un Kenjutsu que respeta la tradición, pero que se enseña con métodos contemporáneos.
Integro coordinación, combate, filosofía, trabajo mental y técnicas de diferentes estilos para hacer la práctica más accesible, más cercana y sobre todo, más útil en la vida diaria.
Mi objetivo no es imponer un camino, sino acompañar a cada alumno a descubrir el suyo.


