Entrenando a quienes protegen: mi experiencia formando a agencias de seguridad

Seguridad Privada

Cuando comencé mi camino en las artes marciales, jamás imaginé que algún día estaría frente a grupos de agentes armados, instructores tácticos y equipos operativos responsables de actuar en escenarios de alto riesgo. Sin embargo, la vida marcial tiene una forma peculiar de abrir puertas justo donde menos lo esperas.
Hoy, una parte fundamental de mi trabajo consiste en entrenar a instituciones de seguridad que buscan algo más que técnicas: buscan claridad, autocontrol y una visión más humana de su labor.

Mi nombre es Anna Viesca Sánchez, y soy artista marcial multidisciplinaria con formación en Kenjutsu, Karate, Kung Fu, Tae Kwon Do, Muay Thai y Box. Esta combinación de disciplinas me ha permitido construir un enfoque integral que se adapta a los desafíos reales que enfrentan quienes protegen a otros.


Romper patrones en un entorno tradicional

Una de las primeras cosas que noto al llegar a instituciones de seguridad es la sorpresa: soy joven, y soy mujer. Dos características que históricamente no encajan en la imagen tradicional del instructor operativo.

Pero mi experiencia me ha enseñado que no necesito imponerme para ser escuchada.
En cuanto inicio una sesión, es mi análisis, mi precisión y mi dominio del movimiento lo que genera confianza. La autoridad que respeto es la que se construye desde la preparación, no desde el volumen de la voz.

Suelo decirlo con claridad:
“Los agentes no entrenan para exhibiciones. Entrenan para situaciones donde un error puede ser decisivo.”
Mi trabajo consiste en ofrecerles herramientas que funcionen cuando todo alrededor es incertidumbre.


Un método diseñado para la realidad, no para el espectáculo

Las disciplinas que practico me han llevado a comprender que la eficacia en un entorno operativo depende tanto de la técnica como del estado mental. Por eso, mis entrenamientos para agencias de seguridad se sustentan en principios simples y aplicables:

  • moverse con intención,
  • reaccionar con claridad incluso bajo presión,
  • controlar la respiración en escenarios de adrenalina,
  • reconocer el estado interno antes de actuar,
  • desescalar cuando es posible y ejecutar cuando es necesario.

Trabajo desde la realidad: cuando la adrenalina sube, la motricidad fina se reduce; cuando aparece el miedo, el juicio se nubla; cuando hay presión, la respiración se fragmenta.
Mi objetivo es entrenar la mente y el cuerpo para mantener funcionamiento incluso en esos estados.

No basta con ser fuerte:
un agente necesita criterio.
Un segundo de mala reacción puede cambiarlo todo.


Adaptar el entrenamiento a quienes lo necesitan

Dentro de una misma institución conviven perfiles muy distintos: personal operativo, mandos, agentes de proximidad, escoltas, grupos tácticos. Cada uno enfrenta riesgos y responsabilidades diferentes.

Mi labor consiste en ajustar las sesiones para que todos reciban lo que realmente necesitan, desde estrategias de combate cercano hasta técnicas para gestionar emociones intensas.
Mantengo el rigor técnico, pero personalizo los métodos. Esa flexibilidad es, para muchos equipos, un cambio necesario en la manera de entrenar.

He encontrado una excelente recepción en instituciones que buscan modernizar su formación, integrar perspectivas diversas y fortalecer no solo la capacidad física, sino la claridad emocional de su personal.


Ser mujer en un entorno que está aprendiendo a abrirse

Mi presencia como instructora en instituciones de seguridad ha generado preguntas, conversaciones y, en muchos casos, inspiración.

Para algunos agentes, soy un recordatorio de que la autoridad nace del conocimiento, no del género.
Para muchas mujeres dentro del ámbito operativo, soy una señal de que el espacio también puede pertenecerles.

No busco “representar” nada; simplemente hago mi trabajo con compromiso y profundidad. Pero sé que mi presencia abre puertas que antes no existían, y eso me impulsa a seguir avanzando.